RECORDANDO A MANUEL ACUÑA

  

Durante la más reciente feria del libro en el Zócalo de la Ciudad de México (Octubre de este año), tuve la fortuna de adquirir (entre otras cosas) el CD “MÉXICO A TRAVÉS DE SUS CANCIONES: POETAS, MUSAS, GUERREROS Y OTROS HÉROES”. Un disco doble súper recomendable que contiene relatos seguidos por canciones relacionadas con el tema de cada relato. Como su nombre lo indica las canciones están relacionadas con la Historia de nuestro amado país y se divide en 4 temas: “Independencia”, “Juárez y Maximiliano”, “Invasión Norteamericana” y “Poetas y Musas”. De este último tema extraje el siguiente relato, relacionado con el suicidio de Manuel Acuña, a su vez tomado del libro “El Verdadero Manuel Acuña, escrito por Pedro Caffarel.

 

“5 de diciembre de 1873.-Manuel Acuña pasa la mayor parte del día con Juan de Dios Peza. Por la tarde, durante un paseo por la Alameda, le dedica su soneto titulado “A un arrollo”. Al anochecer se despide de su amigo en la calle de Santa Isabel, frente a la casa de Rosario de la Peña, con éste diálogo.

 

– Mañana, a la una en punto, te espero sin falta.

– ¿En punto? – interroga Peza.

– Si tardas un minuto más…

– ¿qué me sucederá? –insiste el amigo.

– Que me iré sin verte –puntualiza Acuña.

– ¿Te irás adónde?

– Estoy de viaje…sí…de viaje…lo sabrás después. 

 

Acuña entra en aquélla casa, Peza se aleja apesadumbrado porque advierte que el poeta sufre una crisis…Al día siguiente, Manuel Acuña se levanta muy tarde; pone en orden su habitación; hace él mismo su lecho; se asea, y escribe cinco cartas: una de ellas para su madre,…Sale de su habitación a las doce y se encamina a la imprenta Valle Hermanos, ubicada en la cercana calle de la Perpetua, donde saluda al escritor Gustavo Baz que ha ido a recoger unas pruebas de imprenta del periódico “La Nación”. Pocos minutos después regresa a los corredores de la Escuela de Medicina, conversa unos momentos con sus compañeros de estudio y pasado el mediodía, entra en su cuarto para no salir más. Con mano firme escribe una última carta para el doctor Manuel Domínguez, maestro y prefecto de la escuela, haciéndole saber que el veneno que ingiere es cianuro de potasio para que se evite la autopsia a su cadáver. “Haga usted que no despedacen mi cuerpo…” le pide. Por último, en otro pliego, traza estos patéticos renglones: “Lo de menos era entrar en detalles sobre la causa de mi muerte, pero no creo que le importe a ninguno; baste con saber que nadie más que yo mismo es el culpable”.

 

Diciembre 6 de 1873, firma:

Manuel Acuña

 

Este relato me conmueve especialmente porque Manuel Acuña fue uno de los primeros poetas de los que tuve conocimiento, cuando estudiaba el primer grado de secundaria. Yo era todavía una niña y me impresionó saber que se había suicidado, es curioso porque a la fecha escuchar de algún poeta suicida ya no me causa ninguna sorpresa. Recuerdo que el maestro nos pidió llevar a la clase sus poemas “Nocturno a Rosario” y “Ante un cadáver”. Las leímos y por supuesto lo más comentado era el hecho de pensar que Manuel Acuña se hubiera suicidado como consecuencia de la decepción amorosa sufrida por la ahora también famosa Rosario. Es triste pensar en ello, sobre todo porque tenía apenas 24 años de edad y estaba estudiando medicina (por eso supo exactamente cómo envenenarse). Vivía muy cerca de la escuela de medicina, de hecho en la misma calle. He pasado varias veces por ahí, hay una placa que dice “Aquí vivió y murió el célebre poeta Manuel Acuña” (bueno tal vez no diga eso exactamente pero indica que vivió ahí). Es igualmente triste recordarlo e imaginar que como todo poeta, tenía incubada la melancolía en la sangre. Afortunadamente para su memoria la historia oficial nos dice que “Murió por amor” y eso en esa época era creíble, y el que se suicidaba por amor era considerado un Héroe Romántico, y no un psicópata obsesivo o un inadaptado como se le consideraría hoy en día.

 

En el disco antes mencionado se incluyó una versión “tropical” (parece que es un mambo, qué sé yo, a mí todos esos ritmos para bailar se me confunden) que en lo particular no me gustó. Y no por el hecho de que hayan musicalizado el poema, puesto que he escuchado poemas musicalizados que no se escuchan tan mal. Pero pienso que con el hecho de que lo hayan hecho “para bailar” corre el riesgo de llegar a oídos de los más ignorantes y esto sería excelente si esas personas lo bailaran hasta el cansancio siempre y cuando supieran que se trata de un poema escrito por Manuel Acuña, pero lo triste es eso, que ni siquiera se van a enterar, pensarán que es una canción tropical y populachera como cualquier otra y eso es igual de triste y lamentable que la muerte de Manuel Acuña.

 

Ojalá no se agravie así su memoria.

 

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