El siguiente poema lo escribí justo después de una visita al Museo del Templo Mayor. Aquélla vez fui sola y concentré todos mis esfuerzos en memorizar detalles a los que anteriormente no había prestado atención. Lo publico hoy porque es Día Internacional de la Poesía, pero no tengo un poema dedicado a mi país. Sin embargo, este es de mis favoritos porque es una fusión de dos historias reales: la de mi ciudad y la mía propia. Serán dos historias que habrán de estar juntas, siempre.
M M I D. T.
INTRODUCCIÓN
Y mientras yo lloraba,
arriba los tlaloques
rompían ollas de barro
para que armonizara.
I. SACRIFICIO
Escrito fue con sangre,
materia globular
inscrito en cada piedra
templo, casa y altar.
Atestiguó la luna
la sentencia fatal
que profetizó entonces
éste destino astral.
De regios horizontes
con escudo y técpatl
llegaste a sus dominios
con tal facilidad
Que se encontró de pronto
que en su alma estaban ya
las negras obsidianas
que hundiste sin piedad.
Las garras afiladas
como un halcón voraz
tenías ya dispuestas
para despedazar.
Sacaste el corazón,
dejó de palpitar,
lo ofreciste a tu dios
particular.
Como águila y serpiente
justo sobre un nopal
la profecía fue cierta:
se encontró la señal.
Ella se fue en silencio
sin miedo al más allá
sabía que su destino
un día habría de llegar.
Él preparó el terreno
donde habría de habitar:
Sobre un lago de lágrimas
construyó su ciudad.
II. OFRENDA
La diosa que te quiso
Meztli-Xochiquetzal
no supo que en tus ojos
no se habría de mirar.
Soñaba con tus labios,
soñaba con besar
con ansia y con ternura
tu boca-manantial.
Por gozar tus amores
convirtióse en mortal
perforaba su carne
con huesos de jaguar.
Su mente vaga incierta,
su alma desierta está,
su corazón amante
no deja de sangrar.
Mejor cerrar los ojos,
mejor no verte más,
mejor morar por siempre
juntos en el Mictlán.
Sin ti no existe el mundo
ni lo quiere habitar
la mujer que te adora
Meztli-Xochiquetzal.